domingo, 12 de junio de 2011

REFLEXIÓN: EL ROBO Y EL JUEGO SOCIAL. (EN FORMATO DE VÓMITO)

Un día apareció la posibilidad de cambiarme de una ciudad-capital a un pueblo del sur. Me agradaba la idea pensando principalmente en mi bienestar físico y emocional, pero además nacía la posibilidad de aportar, desde mis principios anarquistas, a la emancipación social desde esta localidad, a través de los medios que yo consideraba pertinentes.

Todo esto sigue en píe hasta hoy en día, pero ocurrió una situación que me puso en una posición compleja, disyuntiva propia de la disidencia al contexto, al sistema.

Después de tomar unas botellas de cerveza con unos compañeros y compañeras de trabajo, entré a la casa que arriendo, encontrando todo desordenado, todo revisado, algunas ventanas y puertas abiertas y forzadas. Faltaba el televisor, mi computador portátil y mi sueldo en efectivo. Sin saber mucho qué hacer, atiné primeramente a preguntarle a la familia vecina si habían escuchado algún ruido o si tenían algún dato de lo ocurrido. Ellos y ellas, aterrorizados, no tenían idea. Primera duda de mi actuar: ¿para qué preguntar?, ¿qué quería saber y para qué?, ¿es qué acaso si me hubiesen dicho “si, nosotras/nosotros vimos todo y sabemos dónde viven los ladrones” yo hubiese hecho algo?

Y vino la pregunta de rigor que se hace en estos casos, ¿y llamó a carabineros?[1]. ¿yo llamar a carabineros?, ¿a esos mismos que en manifestaciones me han golpeado a puertas abiertas y cerradas?.

No lo había hecho, pero tenía que hacerlo, es parte del protocolo del asaltado, del indefenso que necesita el resguardo policial… los llame, así es, los llame.

Y llegaron, con sus vehículos equipados, sus uniformes llenos de códigos enaltecedores (para ellos/ellas), con su cordialidad que adorna la frase “carabineros de Chile, un amigo en tu camino”. Te atienden, sufren contigo, escupen y maltratan al que se esconde en la sombras de la noche… y yo me preguntaba ¿cuántas veces me he escondido yo en esas mismas sombras?

Deseaba que se fueran…que dejaran de molestar y de dárselas de “Sherlock Holmes”. Firmé papeles, me marcaron el proceder, me preguntaron si tenía sospechosos… me sentí un sucio y asqueroso ciudadano que fue violentada su propiedad privada y con derecho a la protección policial.

Y fue así como me sentí: pésimo, deprimido, avergonzado. La gente que comparte a diario conmigo en este pueblo, me sobaba el lomo creyendo que entendían por lo qué estaba pasando… “da una impotencia cuando te quitan lo que te costó trabajo”, “ojala pillen a esos mal nacidos”, “que rabia, violentaron tu PRIVACIDAD”. No, no sabían por lo que estaba pasando, por lo que pasaba por mi cabeza. No sentía rabia, ni mucho menos dolor por el dinero perdido. Sentía pena, pena por mi, por luchar constantemente por la destrucción del Estado, de la iglesia, de los dogmas, del militarismo y de la propiedad privada, y cuando me vi trastocado, me acurruque al tumor maligno.

Al otro día, ya más descansado, sin cerveza en el cuerpo y libre de personas a mi alrededor, comencé a ordenar mi cabeza, y por ende, a anarquizar mis argumentos, mi sentir y mi descontrol del momento.

El robo lo he justificado cuando responde a la desigualdad económica que existe en el mundo. Cuando el robo es sinónimo de recuperación, sea de la fuerza de trabajo o en respuesta al otro tipo de robo, ese que usa terno y corbata, es necesario y saca aplausos. Como respuesta al descontento a este sistema, el robo hace bien, vulnerabiliza a los ricos y a esos/esas ladrones/ladronas de buen vestir, esos legitimados por el Estado: casas comerciales, trabajos mal pagados, negreros del siglo XXI, usurpadores que cobran sumas de dinero por satisfacer una necesidad básica… esos ladrones/ladronas se sienten vulnerables cuando un pendejo/pendeja de población entra a sus casas del barrio alto.

Entonces, el robo es una respuesta, una acción directa. ¿cómo no validarla si es parte de la valentía del descontento?, es la antítesis de las proposiciones del sistema.

La culpa y la violencia del robo no tiene rostro de persona, tiene cara de pueblo, vísceras con hambre y piernas de marginal, de caca social. Son manos que lanzan dados y apuestan dentro de este juego, en donde ellos son los malos y el resto somos los buenos. Yo también soy parte de este juego y por el momento no se puede dejar de jugar, pero me queda claro que aunque estoy en el lado de los “buenos”, de los tipificados como buen ciudadano, me esfuerzo por acabar con el tablero y las fichas…

Soy parte de este juego, mi casa tiene nueva chapa y abarrotes en algunas ventanas, nada que haga daño al otro o la otra. Soy parte de este juego, pero hago trampa… en otras instancias, tratando de minimizar la incongruencia en la que me veo envuelto.

Créame…lo que se llevaron no me afecto para nada…y espero nunca más ver un paco donde vivo, porque me siento inseguro…



[1] Policia, police, federales, pacos, asesinos…en fin, ya me entiende.

1 comentario:

  1. Amigo.... que buen escrito, me siento parte de tu historia, parte por haber cooperado en la ingesta de cerveza anterior al suceso, aunque no me siento parte de la sobada de lomo... me asombra tu capacidad de mostrar tu descontento con el sistema, tu opción por ir en contra de lo "socialmente" predeterminado y "politicamente" correcto, me admira la forma en que en cierto modo tu voz hace eco de mi sentir, y que por cobardía y por no romper con la correcta disciplina de lo que mi clan familiar promulga (no por algo me miran con descontento por ser la única que ha roto el "sagrado vínculo") no soy capaz de decir con la libertad con que tú lo haces... eres una gran persona, consecuente, feliz y maravillosamente "bueno".......
    Un abrazote. Te quiero muchísimo...

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